Durante varias primaveras, los Cardenales de San Luis han proclamado planes para darle respiro a Yadier Molina en la campaña para que pueda llegar fresco a la recta final y los playoffs.
Esas intenciones siempre dejan desconcertado al receptor puertorriqueño.
“No entiendo por qué la gente siempre me quiere sacar de la alineación”, dijo Molina.
Tiene cierta razón.
Dueño de la misma cantidad de Guantes de Oro que su número de selecciones para el Juego de Estrellas — ocho — dejar sentado a Molina no es una decisión prudente.
No ha sido titular en menos de 130 juegos solo una vez desde 2009. La excepción fue aquella temporada de 2014 en la que sufrió un desgarro de ligamento en el dedo pulgar.
Con 35 años, Molina es el único jugador de posición titular que sobrevive del equipo de los Cardenales que ganó la Serie Mundial de 2011. Es el general, y está dispuesto para el combate todos los días.
Pese a la insistencia de dosificarlo, un simple dogma obliga a que el manager Mike Matheny anote el nombre de Molina en la tarjeta de la alineación.
“El que nos ofrece la mejor oportunidad (de ganar) ese día es el que saldrá a jugar”, dijo Matheny. “Luce en gran forma. Por eso trabaja tan fuerte — y por eso puedo dar esa respuesta”.
La importancia de lo que aporta Molina es fácil de medir, pero también complicada de cuantificar.
Logró convertirse en un productivo bateador en la parte medular del orden ofensivo. Cuatro veces en las últimas seis temporadas, Molina bateó por encima de .300. El año pasado, fue el líder de los Cardenales con 82 impulsadas.
«Creo que es alguien al que los otros equipos guardan un enorme respecto”, dijo Matheny.
Sin importar lo bueno que es Molina en el plato, siempre será admirado por su defensa.
Matheny, al igual que lo hacía su predecesor Tony La Russa, considera a Molina como un coach en el terreno por la forma en la que guía a los juegos y su manejo de los lanzadores.
Algo que muchos no se percatan es la habilidad de Molina de pedir el lanzamiento correcto para favorecer la formación defensiva de los Cardenales. Esa habilidad será más pronunciada ahora que su compatriota José Oquendo, el instructor de fildeo de los Cardenales, ha vuelto al grupo de coaches del equipo.
Oquendo fue el instructor de los jugadores de cuadro de San Luis, además de coach de tercera base a lo largo de 16 temporadas, antes de alejarse en la primavera de 2016 por problemas de salud. Retomó las mismas funciones para esta inminente temporada.
«Esos dos se conocen desde hace tiempo, se entienden tan bien que casi que piense lo mismo, así que eso le permite movernos en posiciones que en el momento parecen raras, pero da la sensación que batean directamente a donde te movieron”, comentó el infielder Jedd Gyorko sobre Oquendo.
Molina tiene contrato hasta la temporada de 2020. En Carson Kelly, de 23 años, los Cardenales creen tener a su cátcher del futuro.
Al iniciar la pretemporada, el plan de San Luis era que Kelly fuera el suplente de Molina. Un ex tercera base, Kelly se ha destacado con el bate en cada nivel de las menores. El año pasado, sin embargo, como suplente de Molina en las mayores, el promedio de .283 y los 10 jonrones que consiguió en la filial de Triple-A en Memphis se desplomó a .174 y sin jonrones en 34 juegos de Grandes Ligas.
Los Cardenales reconocieron que Kelly no acumuló suficientes turnos con Molina en el plato para entrar en ritmo.
San Luis decidió enviar a Kelly, con un promedio de .100 esta primavera, a Triple-A el domingo. Necesita tomar más turnos, y no los iba a recibir con un Molina sano detrás del plato.
“Ese chico tiene futuro”, dijo Matheny el otro día.
Aunque esa declaración encaja con Kelly, Matheny en realidad se refería a Molina.